Vivir en el presente es perder, literalmente, la idea del tiempo para encontrar ese lugar donde no existe la personalidad, donde perdemos nuestra identidad. El pasado y el futuro son distracciones que no permiten que nuestra mente este libre, nos atan y sumergen en ilusiones y decepciones que nos alejan del tan valorado “momento actual”. Por esto el presente ha sido llamado por infinidad de maestros espirituales “el eterno ahora” porque se renueva a si mismo sin fin; entenderlo e intentar vivirlo es una puerta abierta a la sabiduría infinita. Para vivir en el presente tenemos que dejar de “estar” con el corazón y la mente disociados; vivir en referencia a algo o alguien o emitir juicios en referencia a algo o alguien, nos alejan del presente.

Es recomendable tener una forma inmediata y fácil de ubicarse en el presente. La formula mas eficaz es meditar con el flujo de la respiración, es decir, ser consciente, por unos minutos, del aire que entra y que sale de nuestros pulmones. La respiración sucede ahora y ese es el lugar que buscamos. Otra fórmula que nos ayuda a ubicarnos en el momento presente es observando la vida manifestarse; plantas y animales viven en armonía con el planeta y con el eterno orden del cosmos. Es necesario observar esta manifestación en todo momento. Este presente constante que la vida nos regala invita a renovarnos a cada instante, a morir al pasado inmediato y a renacer a la conciencia del momento.

Observar la vida: ¡Es Vivir!

Actuar de acuerdo con lo que nuestro corazón nos dicta y liberar nuestra mente de los dogmas impuestos durante años y años es el primer paso para superar nuestra imagen del miedo que solo existe en el futuro. La Vida "nuestra vida" solo se puede entender a través de su eterna y constante manifestación: El Presente.

Fluir con la energía de la Vida es estar más cerca de nosotros y de nuestra chispa divina que de lo que cualquier religión, templo, iglesia, libro o creencia nos pueden ofrecer. Creer en la vida es acerarnos a nuestra esencia y descubrir en cada detalle nuestra identidad que se renueva a cada instante. No es solo maravillarnos con los grandes eventos que la naturaleza nos muestra sino descubrir perfección en los pequeños detalles que hacen de esta tierra nuestra madre; es reconocer esta presencia encarnada en cada uno de nosotros y de nuestros hermanos, sin distinción de raza, creencia o condición; es libertad en el pensar y en el actuar; es superar el miedo y entregarse al amor.

Esta es una invitación a ver la Vida desde otra perspectiva, sin los lentes del dogma y la cultura que nublan nuestra percepción. No busquemos la Vida, encontrémosla ahora en este perfecto instante, eterno, donde la conciencia despierta y deja entrar la Luz del entendimiento.